3 dic 2006

Son las cuatro cuarenta y seis

Un domingo, de esos que últimamente se dan.

Qué frío hace, qué barbaridad. Aunque hoy no ha estado tan pesado.

Me gusta el frío, después de todo. Te puedes cubrir con toda la ropa que puedas y se te quita. Los calcetines gruesos rifan... qué bueno que los compré cuando mi intercambio.




Llueve en mi ciudad, en mi ciudad interna.




Hoy fui al cumpleaños de unos sobrinos. Saludos, sonrisitas. Al principio hay un dejo de incomodidad.

No solemos ver a mis parientes paternos. Mi papá y algunos tíos están peleados, no sé exactamente por qué. Con tal, no reconocí a uno de mis sobrinos, un chamaco que solía estar en la primaria y hoy no sabe a qué carrera entrar.

Mi primo Jorge, ¡cuánto gusto, déjame abrazarte! Eres con quien más me llevo de este lado de la familia. Huy, perdón por la efusividad... no sabía que tenías un marcapasos. Te operaron hace tres meses y yo ni en cuenta.

Su esposa... ¿cómo se llamaba...? repite la invitación de mi primo: "Ven a visitarme pronto. Tengo películas y un home theater".

Estoy orgulloso de mi primo. ¿Lástima? No, de ninguna manera; todo lo contrario; se le ve contento hoy. Casi siempre me toca verlo contento; qué casualidad.










Jorge, mi primo. Me apoyaste cuando era indefenso. Tus propias dificultades las superaste; hoy tu carrera está en ascenso. Pero el doctor te dice que probablemente te queden tres años de vida.

Y yo... ¿y yo...? Bien, gracias, encerrado en mi covacha.

Estaba buena la pizza. ¿Ya nos vamos?





En mi ciudad hay música de jazz
y el olor parisino de las crepas en cada esquina.





Es de tarde. Un domingo más y no pusimos los foquitos. Caro, la vecina, luce los suyos en el tejado de su casa; son verdiazules, como la lluvia en mi interior.

Me llueven promesas rotas, cántaros de dulce con sabor amargo y charcos del anhelo de ser mejor.

Si pudiera al menos terminar con mi trabajo. Pinches cadenas, cadenas mentales. Pero anoche fui y me liberé un rato, a regañadientes, a casa de mi hermano Rodolfo. Le ayudé a mi sobrino Daniel a conectar el transmisor wireless a su XBox 360; qué bueno que pude verlos a todos.




pschhhhhhhhhhhhhhhh...
"Me da una con Nutella."
"Cómo no, en un momento se la sirvo."





De ahí, me volví a escapar y fui por un café antes de ponerme de nuevo los grilletes, esos que me pongo y cuando me los pongo, de todas maneras no hago nada. Pero fui por mi café; era moka; estaba bueno.

En el local estaba un amigo cercano; estaba con alguien: lo supe porque me había comentado de ella la noche anterior. Mi amigo también está muy ocupado pero, hey, él se suelta los grilletes de cuando en cuando. Ojalá y los pueda ver juntos, a ellos dos, formalmente, muy pronto.

Hace frío... al menos puedo ponerme una chamarra. Pero quiero de ese calor que se gana cuando se comparte. Se da y en vez de perderse, se multiplica.






La lluvia también me gusta...
pero se disfruta más compartida.















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