17 ene 2011

Asakusa, el Senso-ji y el Tokyo Sky Tree


Pues llegamos al templo de Asakusa (浅草). Seguro que algunos de ustedes reconocerán esta lamparota.  Esta es una de las entradas principales, la externa; la puerta se llama Kaminarimon.

El templo al que nos dirigimos se llama Senso-ji. Se trata de un templo budista dedicado a la iluminada Kannon, y que data del año 648, siendo así el más antiguo de Tokyo.

Hay mucha gente. Jóvenes y viejos, personas solas, parejas y familias asisten al templo por igual. 


Este es un detalle de la parte baja de la lámpara (más o menos a la altura de mi cabeza)...


...y esto, lo que pude captar de la parte de abajo de la misma.


Más allá de la puerta principal se halla esta calle comercial, que se extiende por tres cuadras de tienditas.



A los lados de la puerta, del lado trasero, dos deidades budistas; ésta es Kinryuu...  


...y éste tan sonriente es Tenryu.

Del lado delantero, a los lados de la puerta, se hallan dos deidades sintoístas. Como les contaba antes, el budismo y el sintoísmo se combinan bien en la espiritualidad japonesa. 



Este es el inicio de la calle comercial, llamada Nakamise-dori. La calle en sí data de al menos dos siglos; las tiendas han sido reconstruidas varias veces, siendo la última la sucedida tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. De ahí que el ambiente de las tiendas sea, digamos, cincuentero.


Colguijes para los celulares.



Amuletos para la buena suerte durante el año que comenzará.


La calle estaba adornada con motivos referentes al año nuevo.


En alguna de las tiendas vendían artículos para caligrafía...


...y en otra nos tocó ver cómo se hacen estas galletitas suaves, rellenas de anko (pasta de frijol dulce) y con diversas figuras. La galletita se llama ningyoyaki - literalmente, "muñeca asada". 



Con Nakamise-dori cruzan algunas otras calles secundarias, también comerciales; este arco está en una de las intersecciones.


Ya muy cerca del templo en sí, tomé furtivamente una foto a la casa donde viven algunos de los monjes que cuidan de él. (El letrero de "no tomar fotografía" lo vi hasta después.)


Mientras no sepa qué dice aquí, para mí esto es, al menos, un hermoso ejemplo de caligrafía japonesa.


Recorridas las tres cuadras de la calle comercial, llegamos a la puerta interna del templo, llamada Hoozoomon, y que data del año 942.


Enseguida del Hoozoomon ya se alcanza a apreciar su pagoda. Las pagodas de los templos siempre tienen un número impar de pisos; ésta tiene cinco.


Otra vista del Hoozoomon.


No sabemos qué es esto, pero tiene la estructura de las casas de los monjes.


El Hoozoomon contiene varios de los tesoros del templo, como las esculturas dentro de ella.


Estos señores enojados son Nioo, los guardianes del Buda. Hay uno de cada lado.


Del otro lado de donde está el guardián, está este huarache que ha de ser como de talla 2,349 1/2.  


Justo pasando la puerta hay algunos stands donde puedes ir a probar la suerte que te depara. A esto se le llama omikuji ("lotería sagrada").


Para hacer un omikuji, uno primero deposita algunos yenes en una alcancía, tras lo cual hay que sacar al azar un palito de un bote metálico, el cual tiene un hoyo que permitirá que saques solo uno. El palito (como éste) tiene un número del 1 al 100; éste es el 45. 


Lo siguiente, por lo tanto, es ir al cajoncito de madera correspondiente (como los mostrados en la parte superior de la foto) y tomar una hoja de papel, en donde estarán escritos detalles de la suerte para el futuro, en diversos aspectos. Esta hoja me depara una "suerte regular" (que sin embargo, es bueno). 

El omikuji es algo que regularmente se hace en año nuevo, para ver cómo será el año siguiente.


Aparentemente, los monjes budistas se preocupan por conectarse con las generaciones actuales.


Si no tendrás buena suerte según tu omikuji, siempre puedes ir a los stands del otro lado de la plaza...


...y comprar uno o varios amuletos que te ayudarán a tener más éxito en el trabajo, los negocios, el amor, a cumplir algún deseo... Dependiendo del efecto del amuleto, es su precio.




Tras la estructura de la foto de arriba está este pocito, lleno de incienso, cuyo humo hay que atraer hacia sí para purificarse; esto hay que hacerlo antes de entrar al templo en sí.

Los papás de Hiroko, sin embargo, afirman que esto es para atraer la suerte, o "hacerse más inteligente", según se lo explicaron a ella.


Esto es una fuente; todos se acercan en otro ritual: enjuagarse las manos y la boca. Esto (según Hiroko) es inequívocamente para purificarse.


Estamos ya en las escaleras de la estructura principal del templo. En todo templo budista me hallé estos grandes tambores para contener sake.


Esta es una caja que recibe ofrendas. El primer paso para hacer una petición al iluminado del templo (en este caso Kannon), según el budismo japonés, es arrojar aquí una moneda, preferentemente de 5 yenes. El número 5 también está relacionado con la suerte. 


Una vista del atrio del templo. En sí, la gente no *entra* al templo, sino que se queda aquí, viendo hacia el altar a través de una reja metálica. En apariencia, solo los monjes pueden, de hecho, acceder al recinto sagrado. 


El techo del atrio contiene hermosas pinturas (orientales). De alguna manera, esto me recuerda a los templos católicos y sus hermosos vitrales y pinturas (occidentales). 


Tras arrojar la ofrenda de 5 yenes, el proceso es éste: hacer reverencia; jalar de un badajo (si lo hay) que activará una campana o cascabel; dar un par de palmadas y luego, con las manos juntas, pensar en la petición que se hará. 

Es bueno que el proceso sea relativamente rápido. No obstante que el atrio es grande, el flujo de gente es incesante. Hay que estar listos para no perderse - ni estorbar.



Hecho el proceso, salimos hacia el este. Esta es una vista lateral del templo.


Junto al templo budista, está el templo sintoísta de Asakusa, dedicado a una de las deidades más populares, Inari. Esta puerta o torii, dentro del sintoísmo, marca la entrada a un templo - a terreno sagrado, vaya.


Dentro del terreno del templo sintoísta, una persona montaba un espectáculo con su monita, llamada "Sakura", a quien hizo saltar obstáculos. Dudo que la monita estuviera contenta, pero, bueno, al menos se ganaba el pan. 


Después del espectáculo.


Finalmente, la puerta este del Senso-ji. Pasamos a comprar algunos souvenirs (como conejitos de chirimen) y luego seguimos caminando.


La calle nos llevó, tras una caminata breve, a un parque que se extiende a la orilla del río Sumida. Más allá del río vimos esta torre.


Se trata del Tokyo Sky Tree, que será la torre de observación más alta del mundo cuando se finalice en este año 2011. Su altura solo es superada por el Burj Khalifa, en Dubai. Ya para cuando se tomó esta foto, casi con su altura final y con la antena de transmisiones ya colocada, estaba impresionante. 

Como fiel sucesora de la Torre de Tokyo, la principal motivación de la construcción del Tokyo Sky Tree es la transmisión de señales, en este caso, de televisión digital. Su altura final proyectada es de 634 metros.  


Por el parque deambulaban los carros jalados por personas, más bien turísticos y ciertamente algo caros.




Conforme caminábamos hacia el sur, pudimos tener una buena vista de este conjunto arquitectónico, que pertenece a la sede de la compañía Asahi. Esta empresa produce varias bebidas y alimentos, pero es especialmente reconocida por su cerveza. Quizás por eso el diseñador francés Philippe Stark haya decidido otorgarle formas y colores que recuerdan a este producto.

El edificio con el "churro" amarillo es el Asahi Beer Hall, también conocido como "la popó de oro".



Este gato se dejó acariciar y tomar foto. Hasta los gatos son mansos en Japón...


Al final del parque, llegamos a este crucero.


Frente al edificio rayado, este farol hospeda también un reloj. 


Cruzamos la calle y nos hallamos ya en nuestro punto de partida. 

He aprendido mucho en este rato. Hasta ahora, el 26 de diciembre ha sido una fusión del Japón antiguo con el moderno, de lo milenario y lo absolutamente nuevo. Sobre todo, he visto a una mezcla más heterogénea de japoneses. 

He visto que aunque la espiritualidad del japonés promedio tiene raíces radicalmente distintas a las del mexicano promedio, en el fondo somos muy similares; vamos al templo y rezamos por nuestras preocupaciones; algunos van mucho, pero muchos van solo en ciertas fechas... y sin embargo, las tradiciones subsisten, porque responden a las mismas necesidades primordiales: tener mayor certidumbre del qué pasará, acaso buscar contacto con lo que no entendemos, ahondando en una dimensión espiritual según la manera en la que hemos sido formados. Hasta los templos tienen ciertas características (en forma y en fondo) que no difieren mucho de nuestras religiones occidentales. Al final, no somos tan diferentes.


Es hora de volver a tomar el metro y partir a nuestro siguiente destino.

1 comentario:

Gaolga dijo...

aaaaay me encanto tu cronica :D

por cierto pasame tu direccion postal por email que te tengo unos mapitas :D